Somos 43 millones que seguimos autoconvenciéndonos de un siniestro principio: es “imposible” gastar menos. Es mentira, y por no querer aceptarlo, la economía una y otra vez nos castiga. A los argentinos nos gusta vivir en permanente estado de ausencia, no solo somos una sociedad llena de miopes, no solo somos un terruño empachado de demandas populistas, sino que no queremos aceptar que una nación en donde 1 persona mantiene a 4 que viven del Estado, está condenada a vivir en permanente desequilibrio. Seguimos sintiéndonos con el derecho de que alguien desde el exterior nos financie el exceso de consumo. En esta Argentina quebrada, se deberían reducir los salarios de todo el sector público hasta tanto encaucemos el presupuesto y desde ahí podamos usufructuar los beneficios de una economía saneada que comenzaría a crecer en forma genuina, sin la mentira de la obra pública. No podemos seguir con este relato de que “no se puede gastar menos” y enchufarle toda la carga siempre al sector privado. El Estado argentino está enormemente sobredimensionado, hasta tanto no lo corrijamos, seguiremos necesitando el socorro de alguien.
Copiado de Socialismo cloacal y la limosna del FMI: equipo que pierde no se cambia.
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