Aquel mediodía, los muchachos de Cambiemos tuvieron que tomar la primera gran decisión de gobierno: ¿Le contamos al pueblo que esto es una catástrofe o nos hacemos los boludos?
Imagino que se juntaron en algún despacho, prendieron unos inciensos, escucharon un poquito de Buda Bar Spirit of Ibiza volumen 2 y evaluaron las tres posibilidades que tenían:
Plan A. Sale el Presidente y cuenta que el Banco Central está vacío y con reservas netas negativas de 2.672 palos verdes en rojo (posta). No hay luz, no hay agua, no hay gas, no hay un peso ni para los aguinaldos, no hay crédito externo, medio país está en negro, las tarifas están sin ajustar después de doce años con más de 1.000% de inflación, la presión de impuestos es la más grande de la historia y el superávit fiscal de 4 puntos que les dejó Duhalde en 2003, doce años después se transformó en 4 puntos pero de déficit. O sea, se fumaron 8 puntos del PBI y no tenemos como financiarlo. Sangre, sudor y lágrimas, diría Churchill.
Plan B. Sale el presidente y dice: “Hola, buenas tardes a todos… perdón, nos equivocamos, esto no hay manera de arreglarlo, llamen a otro, muchas gracias, estuvo todo muy rico, nos vemos en cualquier otro momento”. Y se iban. Invictos.
Plan C. Sale el Presidente al balcón, no cuenta nada y baila. En cuanto arranca la música lo mandamos al Toto Caputo a pasar la gorra por el mundo sin decir que estamos quebrados para no asustar a los prestamistas y así poder financiar el aterrizaje de este avión en llamas mientras esperamos las inversiones del segundo semestre que ya van a venir.
Se ve que el debate se resolvió rápido porque a los pocos minutos, tal como pudimos ver por televisión, Macri salió al balcón a bailar el tema de Gilda y Michetti nos deleitó con su voz: “…No me arrepiento de este amor, aunque me cueste el corazón, lara lara larai la la la la...”. Así arrancamos.
Dos años y medio después seguimos quebrados y todavía la gente no sabe bien por qué. Llegó la hora de enfrentarlo.
Copiado de El circulo verde.
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