Ya faltan pocos días para que las verdaderas voces futboleras, las que agitan sus cantos de guerra, mandan a quemar el Gallinero, ruegan que se ahoguen los Bosteros, piden que se muera la Guardia Imperial, imploran que se quemen los Cuervos y tantas voces más, finalmente se callen y se guarden.
Durante largas semanas, en cada pueblo del país, aflorarán de abajo de las piedras millones de advenedizos entonando el deplorable “…Vamos, vamos Argentina, vamos vamos a ganar, que esta barra bullanguera, no te deja, no te deja de alentar…”. Un espanto que a todo futbolero de alma que se precie de tal, lo deprime.
Pocos se animarán a reconocerlo, peroel verdadero futbolero, el que forma parte de esa minoría de experimentados, apasionados e incondicionales amantes del fútbol, puesto a elegir, prefiere que su equipo gane la Copa Libertadores antes de que Argentina salga Campeón del Mundo.
Hagan una encuesta a la salida del Monumental y no van a encontrar un solo hincha de River dispuesto a resignar la Libertadores a cambio de que Argentina gane un Mundial. Lo mismo ocurriría en cualquier otro estadio del país.
Si por casualidad apareciera en la Bombonera un hincha de Boca priorizando la Selección Argentina por sobre la azul y amarillo, éste sería inmediatamente catapultado desde la tercera bandeja hacia el Riachuelo.
Si usted, amigo lector, forma parte de esta honrosa secta, sabe que lo que estoy diciendo es rigurosamente cierto. Y si no forma parte, créame que no le estoy mintiendo ni un poquito.
Según las estadísticas, los ratings, los abonados, los asociados y demás datos, hay aproximadamente 5 millones de argentinos que viven el fútbol con una pasión desbordante. Van a las canchas a ver a sus equipos, miran los partidos por televisión y pasan sus vidas atravesados por la suerte de sus amados colores.
Los otros 40 millones suelen simpatizar con algún club, eventualmente miran algún que otro partido al pasar pero, en realidad, el fútbol les importa poco y desconocen casi todo sobre el asunto. Hasta que llega el Mundial.
En ese momento, o sea el próximo fin de semana, millones de abuelas, tíos, niñas, cuñados y demás personas a las que jamás les interesó el fútbol, comentarán preocupados que al medio campo argentino le falta marca o que los centrales no dan seguridad o que ellos se la hubieran tocado suave al primer palo y no fuerte y al medio como hizo ese burro. Habrá que explicarles una y otra vez la ley del offside y nos cansaremos de escuchar frases tales como “¿Por qué no lo ponen a Palermo?”.
Nosotros, los hombres y las mujeres que cada domingo damos el corazón, los que guardamos en la memoria los secretos del fútbol, los que sabemos que ya se jugaron todos los partidos posibles y además tuvimos el privilegio de verlos, tendremos que bancarnos esta humillación. Por eso los mundiales se hacen cada cuatro años en vez de hacerse todos los años. Por respeto a los verdaderos hinchas.
No es falta de patriotismo. Todos queremos que gane la Selección. Pero nosotros tenemos claro donde está lo importante.
El auténtico hincha de Independiente quiere que gane la Argentina, pero para él no es lo mismo si juega o no juega Agüero.
Los hinchas de River van a gritar el gol argentino de una manera muy diferente si lo hace el Pipita Higuaín, que juega en Italia pero arrancó en River, que si lo hace el pibe Pavón que es un fenómeno, pero juega en Boca.
Ese es el verdadero hincha. El que debemos cuidar y valorar, entre otras razones porque somos una minoría.
Y eso es lo que el gobierno debe aprovechar. Salvo los 5 millones que estamos esperando que empiece el campeonato local y se reanude la Libertadores de una buena vez, los otros 40 millones, durante casi un mes, no van a pensar en otra cosa que no sea el Mundial.
En otras palabras, a partir del jueves es el momento para que el gobierno haga todo el zafarrancho junto.El Presidente y su equipo deben concentrarse en lo que tienen que hacer y olvidarse del Mundial. Aprovechen, no sean giles.
Copiado de Macri se pierde el mundial.
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