Media hora antes de que iniciara la entrevista de Jorge Lanata al Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa este sábado, ya no había asientos libres en la sala Jorge Luis Borges de la Feria del Libro. Cuando subieron al escenario apenas pasadas las seis de la tarde, el aplauso generalizado y el grito de “¡genios!” lanzado desde las últimas filas seguramente tranquilizaron al periodista quien, tras la tropezada inauguración de la Feria el jueves 26 de abril, le había pedido desde radio Mitre a Martín Gremmelspacher, presidente de Fundación El Libro, que garantizara un diálogo sin interrupciones.
Con La llamada de la tribu, el último libro de Vargas Llosa, en la mesa de presentación, el diálogo se centró en el recorrido intelectual e ideológico que atravesó el autor desde la militancia comunista y el apoyo sin fisuras a la Revolución Cubana, a la defensa ferviente del sistema capitalista y la admiración por Margaret Thatcher. “Es un libro autobiográfico de la mente de Vargas Llosa”, explicó Lanata. “Un texto sobre su pensamiento, que fue del socialismo y el existencialismo sartreano al liberalismo y a una reivindicación de la democracia”.
El autor, de 82 años, resumió el inicio de ese camino: “Cuando era joven era difícil no pensar que el socialismo iba a ser la solución al gravísimo problema de opresión y pobreza que sufría Perú”, dijo. “Fui por libre elección a la Universidad de San Marcos, que tenía una tradición de rebeldía muy marcada, convencido de que allí iba a encontrar a los comunistas que salvarían al país. Fui militante durante un año, y lo que me salvó del dogmatismo estalinista fue el existencialismo, principalmente de Sartre, a quien leía con enorme admiración y creyéndole todo. Tanto leía al filósofo francés que mis amigos me llamaban 'el sartrecillo valiente'”.
Vargas Llosa contó acerca de su primera visita a Cuba, en 1962, en plena crisis de los misiles. Había viajado como periodista y se encontró con un “pueblo movilizado para resistir a los Marines; un pueblo libre y fraterno. Era conmovedor”. Pero su ilusión con el proceso revolucionario fue decayendo hasta alcanzar su punto más bajo, según contó, con la creación de las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAPs), adonde fueron a parar intelectuales disidentes y homosexuales y, finalmente, con el arresto de Heberto Padilla por “actividades contrarrevolucionarias” en 1968. Vargas Llosa sumó su firma a las de Simone de Beauvoir, Italo Calvino, Susan Sontag, Pier Paolo Pasolini, Juan Goytisolo, Juan Rulfo, Carlos Fuentes y otros, para exhortar a Fidel Castro a evitar “el oscurantismo dogmático, la xenofobia cultural y el sistema represivo que impuso el estalinismo en los países socialistas”. El llamado “caso Padilla” marcó la escisión de muchos intelectuales europeos y latinoamericanos con el régimen cubano. Y Vargas Llosa fue de esa partida. “Fui acusado de todas las calamidades políticas habidas y por haber después de haber firmado ese manifiesto”, recordó el escritor.
A continuación contó que tras su decepción con la Revolución Cubana revalorizó la democracia y, de a poco, se inclinó hacia el liberalismo. “Fue un proceso que duró muchos años, y para mí fue importantísimo lo que significó en Gran Bretaña el gobierno de Margaret Thatcher. Sé que seguramente hay muchas cosas criticables en ese gobierno, pero el lado positivo es inmensamente mayor al negativo”, afirmó. “Era un país adormecido por las reformas laboristas y el espíritu emprendedor de la revolución industrial se había apagado. Ciertamente había libertad pero parecía un país muerto en vida. Thatcher infundió en la sociedad británica el espíritu empresarial, obligando a las empresas a competir en ese sistema frío pero eficaz que es el libre mercado, eliminando a las empresas que no funcionaban y premiando a las que sí. E inundó otra vez al país con cultura democrática”.
En ese punto, Jorge Lanata le recordó al autor de La ciudad y los perros que en Latinoamérica es difícil escindir al liberalismo de los sistemas dictatoriales. “Es una concepción equivocada”, contestó Vargas Llosa con rapidez. “El liberalismo es incompatible con la dictadura; la asociación no es correcta y tergiversa la doctrina básica y esencial del liberalismo”. Lanata insistió entonces en la división entre liberalismo económico y liberalismo político, a lo que el novelista contestó con el mismo argumento. El periodista quiso saber a continuación cuál era la opinión de Vargas Llosa respecto de la ideología de la tecnología, que ha dado muestras del capitalismo más salvaje que campea hoy en el mundo. “Es verdad que hay muchas cosas que en las sociedades capitalistas funcionan mal, pero las sociedades perfectas no existen. En una sociedad libre, existen los mecanismos para combatir todos los errores e ineficiencias del capitalismo. No digo que se apliquen pero se pueden aplicar, como hacen los países nórdicos. Si un país quiere ser próspero, el capitalismo es el camino. Es un sistema frío sin duda, y que castiga el fracaso con crueldad, pero eso se puede corregir.” Respecto de la Argentina y como ya ha referido varias veces, Vargas Llosa dijo que le parece un “misterio extraordinario” y que no comprende por qué dejó de ser el gran país que era a principios del siglo XX (“¡Porque se robaron todo, Mario!”, gritó alguien). Sin embargo se muestra optimista: “Argentina está pagando hoy el precio del populismo, que requiere sacrificios, pero es importante que siga en esa dirección. Si tiene éxito, será un ejemplo para el resto de América Latina”, sentenció y el público estalló en aplausos.
“¿Llegaste donde querías llegar?” fue la última pregunta de Lanata. “Creo que nunca nadie llega, menos en mi profesión”, contestó Vargas Llosa. “Los escritores quieren ser tan importantes como sus modelos, y sé que no estoy a la altura de un Faulkner, ni de un Tolstoi, ni de un Dostoievski ni de un Cervantes. A pesar de haber alcanzado muchas cosas en la vida, mi respuesta es no”, concluyó.
Copiado de Vargas Llosa y Lanata: cómo el autor se volvió un ferviente liberal.
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