La Jueza Servini de Cubria ordenó la intervención del Partido Peronista. Loris Zanata la destruye en un artículo de Clarín. Y dice cosas como esta:
¡Tan grosero es todo y tan lejos de la etiqueta democrática, que en Macondo se reirían!
Y dice otras cosas aún más duras...
Más que la cuestión política, sin embargo, me interesa la cuestión estética: si se la toma con humor, la resolución es una obra maestra del realismo mágico; si se la toma en serio, un torpe ejemplo de incultura institucional.
Leyéndola, cuesta creer lo que se lee: si fuera el documento de un partido, se entendería; no es elegante, no importaría. ¡Pero es una resolución del poder judicial!
El partido peronista debe realmente caer en pedazos si se deja dirigir por un juez; pero el poder judicial tampoco debe estar bien si considera su deber gobernar a los partidos. No es saludable, no es correcto; en una palabra, no es lindo, no se hace.
Hasta hoy había pensado que si un partido se divide o pierde las elecciones es un problema político: de ese partido, de sus miembros, de los votantes, de la opinión pública.
Imaginé que el partido se reuniría, convocaría un congreso, discutiría, votaría, elegiría. Pensé que sería un problema de todos, menos que del poder judicial. ¿Qué tiene que ver el poder judicial con eso?
Pues sí que tiene, según la jueza Servini y los peronistas que se dirigieron al tribunal.
El partido fundado por el general Perón, escribe, está en “franco retroceso” a las elecciones; peor: las derrotas “han profundizado la división interna”; finalmente, todo esto “podría afectar la propia existencia del partido”. ¿Y?
La jueza ni siquiera finge imparcialidad; toma partido, se une a la hinchada; por un lado, nos cuenta, están los dirigentes leales al partido; por el otro, los traidores.
Más que una resolución, suena a cháchara de tertulia entre correligionarios
Copiado de El peronismo ya no es "el todo", pero no se resigna a ser una parte.
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