En estos días la tasa de 10 años en USA quebró el 3%, cotizando al cierre de ayer en 2,98%. Esta tasa hizo máximos de año y cada vez que las tasas en USA suben, empieza una aspiradora global en donde el resto del mundo cierra posiciones en moneda local, rearmando largos en dólar americano, también de manual. Argentina, dada su herencia y su incapacidad de cambiar, es sumamente vulnerable a una coyuntura como la que observamos en estos días. Por otra parte, en estos últimos dos meses el real de Brasil, nuestro principal socio comercial, se devaluó 7,50%, restando una sustancial parte de la competitividad ganada con la devaluación de inicios de año. Si a esto le sumamos el cierre masivo de posiciones de Lebac, fruto del incomprensible impuesto a residentes del exterior, tenemos un combo que solo apunta a una devaluación permanente del peso argentino. Como ven, las medidas populistas terminan siendo carísimas, y aquí estamos otra vez. En este contexto, el BCRA intentó defender un nivel de tipo de cambio en 20.20 me imagino, con dos objetivos. Primero, anclar expectativas inflacionarias. Segundo, la sustancial venta de dólares absorbe exceso de pesos y resulta en una herramienta antiinflacionaria aunque, carísima. Bajo este esquema, “la desinflación” se financiaría con pérdida de reservas que tampoco son nuestras, sino que provienen del endeudamiento externo. Llevado al extremo, podríamos hasta pensar que nos endeudamos para financiar la desinflación vía perdida de reservas, una maravilla de apocalipsis monetaria.
Copiado de Dólar volando y fuga de reservas: sin embargo, es imposible una crisis.
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