En sus dos siglos de historia, tuvo momentos de gloria y ocaso, hasta que en las últimas dos décadas logró posicionarse como variedad icónica local.
Hace apenas dos décadas, nadie se hubiera imaginado el actual éxito que hoy tiene nuestra uva de bandera, tanto en nuestro país como fronteras afuera. Pero no siempre el Malbec vivió en épocas de gloria. De hecho, tuvo también momentos de anonimato, de dura erradicación de viñedos y décadas de triste olvido en las bodegas. El actual estrellato no fue fácil; es el resultado de un largo camino con obstáculos y sinsabores que constituyen una historia en sí misma.
La introducción de esta variedad se debe al agrónomo francés Michel Aimé Pouget, contratado en 1853 por el gobierno de Mendoza para la creación de la Quinta Normal, donde el especialista pudo darle a la entonces naciente industria del vino argentino una impronta de calidad desde su composición varietal.
Ya desde el comienzo, esta cepa originaria del suroeste francés (específicamente de Cahors) supo conmover a los productores de la época por su inequívoca nobleza y sus múltiples virtudes: buen vigor, volumen de grano y poca susceptibilidad a las enfermedades, además de producir vinos de buen grado alcohólico, color intenso, aroma grato y sabor rico, lo que la transformó en la variedad tinta más plantada en los viñedos patrios desde 1900 hasta 1980.
A partir de allí, la suerte fue otra y la realidad vitivinícola cayó estrepitosamente: el consumo bajó enormemente, el vino de bajo costo y mucho volumen ganó preponderancia y, en pocos años, de las casi 60.000 hectáreas plantadas con Malbec, quedaron menos de 10.000. Corría 1990 y para aquel entonces prácticamente no existían varietales 100% Malbec, sino que esta variedad era usada en cortes de precio medio y bajo.
Una nueva realidad
La modernización de la industria y su reconversión a fines de los ’90 volvió a modificar la realidad de este cepaje. Con una enología modernizada, un mercado internacional deseoso de disfrutar nuestra uva de bandera, consultores internacionales trabajando con los enólogos argentinos y el foco de las bodegas puesto en la calidad, todo cambió.
Ya en el 2000 el Malbec volvió a encabezar la lista en los censos vitícolas, puesto que había perdido durante los años más duros a manos del Bonarda. Mientras tanto, los referentes internacionales de la prensa especializada ponían su mirada en ese vino tinto corpulento pero redondo, capaz de llenar la boca sin dureza, tan rico, versátil y agradable de beber. Comenzaba una nueva época de esplendor para el producto vinícola nacional más arraigado en el alma de los consumidores hasta la actualidad.
El secreto del éxito
-Variedad tinta más implantada en el país: en el mundo existen actualmente 54.610 hectáreas de viñedos de Malbec, de las cuales 40.000 están en la Argentina, 6816 en Francia, 2309 en Chile y 1641 en los EE.UU.
- Cepaje de elite: tiene todas las condiciones para estar dentro de la elite mundial de cepajes: excelente adaptabilidad a diferentes terruños, referente de gran calidad en todos los niveles de precio y una versatilidad tal que se pueden elaborar distintos estilos y tipos de vinos.
- Seductor a la primera copa: los principales atributos residen en su dulzor. Es un vino muy directo, sin vueltas. Sus sabores intensos son amables y tienen siempre reminiscencias a fruta roja fresca. Es un tinto de acidez firme y taninos dulces.
- Plasticidad para expresarse: el Malbec se cultiva en todos los oasis vitivinícolas argentinos. Aunque los vinos tienen cierta tipicidad varietal común, la zona de cultivo y sus condiciones climáticas y topográficas determinan algunos aspectos que hacen que se distingan entre sí.
- Diversidad de propuestas: es un cepaje versátil con el cual se elaboran vinos jóvenes, rosados, espumantes, dulces y ejemplares aptos para prolongadas guardas. Se destaca por ser un tinto tan dócil y agradable que sus exponentes más económicos pueden ser disfrutados. Se lleva bien con la madera y, más allá de nuestro clima soleado, difícilmente resulta cálido.
Copiado de Los secretos del malbec.
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