Tuvo precursores. No deja de nombrarlos en Trilogía de la memoria(2007), su obra cumbre, de lo mejor que escribió él o cualquier otro en español en mucho tiempo. Es una lista de lujo. Reyes podría encabezarla: modelo de "extrema cortesía" con el lector. Y junto con él Stevenson, lúcido y apasionado. Y luego Galdós, a quien llamaba su "auténtico maestro", y James, de quien tradujo siete de sus novelas, y Schwob y Conrad y Faulkner y siempre Borges.
El primero de sus cuentos que llegó a sus manos fue "La casa de Asterión". Lo había publicado Fernando Benítez en un suplemento literario. Pitol lo leyó "con estupor, con gratitud, con infinito asombro". Fue el deslumbramiento absoluto, sin vuelta atrás. "Jamás había llegado a imaginar que el lenguaje pudiera alcanzar grados semejantes de intensidad, levedad y extrañeza -escribió en El arte de la fuga-. Salí de inmediato a buscar libros de Borges; los encontré casi todos, empolvados en los anaqueles de una librería; en aquellos años los lectores mexicanos de Borges se podían contar con los dedos".
No sorprende la afinidad borgeana. Trilogía de la memoria demuestra hasta qué punto la obra (y la vida) de Pitol estuvieron absorbidas por la literatura del mismo modo que la vida y la obra de Borges fueron exégesis, recreaciones, variaciones y rupturas de lo que ya otros habían escrito.
Copiado de Adiós al viajero del idioma.
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