—¿Su padre era anarquista?
—Sí. Él me dijo que me fijara en las banderas, en las fronteras, en los distintos colores de los distintos países en los mapas, en los uniformes, en las iglesias, porque todo eso iba a desaparecer cuando el planeta fuera uno y hubiera simplemente gobierno municipal o policial, o quizás ninguno, si la gente fuera suficientemente civilizada. Él creía que esa utopía estaba esperándonos; ahora no se nota ningún síntoma, pero quizás a la larga tenga razón. Por de pronto, los países tienden a agrandarse. Quizás cuando todo el mundo sea Rusia o China o los Estados Unidos, no se necesitarán pasaportes. Hoy la burocracia molesta bastante. Esta mañana tuve que firmar para el Ministerio unos papeles por sextuplicado. Eso es para dar trabajo a la enorme cantidad de empleados públicos que tienen. En este país, dentro de poco no va a haber más que empleados públicos, empezando por el ejército. Un barrendero es un empleado público; el presidente es un empleado público.
Todos son empleados públicos.
—El director de la Biblioteca Nacional también es empleado público.
—Yo también soy empleado público, desde luego.
Borges igual a sí mismo, entrevista de María Esther Vázquez.
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