Hay otra realidad mucho más lejana en el tiempo y más dolorosa para los argentinos. Desde los años 70, la pobreza en el mundo disminuyó a la mitad, mientras que en los últimos cuarenta años la Argentina la multiplicó por cuatro. En ese lapso, nuestro país se mostró incapaz de atraer las inversiones productivas necesarias y generar suficiente empleo de calidad. En contrapartida, el Estado brindó empleo y subsidios en exceso para compensar las falencias de la economía. Este proceso se aceleró tras la crisis de principios de este siglo y durante la era kirchnerista. Los 2.300.000 empleados públicos que había en el año 2001 en el orden nacional, provincial y municipal se convirtieron en 3.600.000 en 2016. En ese período de 15 años, el empleo público aumentó más del 56%, mientras la población creció menos del 20%.
En los dos años de gestión macrista, la cantidad de empleados de la administración pública nacional se mantuvo más o menos estable, pero siguió subiendo en provincias y municipios. Mediante la reciente ley de compromiso fiscal, los gobernadores provinciales se comprometieron a que, en adelante, el gasto público de sus distritos no se incremente en proporción mayor a la inflación y a que el empleo público provincial no crezca más que el aumento de la tasa poblacional. Demasiado poco si se tiene en cuenta que el número de empleados públicos provinciales cada mil habitantes pasó de 36 a 52 entre los años 2001 y 2016.
Copiado de El gradualismo de Macri llegó para quedarse.
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