Cuando uno compara la valentía de la sociedad brasileña con el ausente, permisivo y mediocre silencio de los argentinos, emerge una triada que más allá del glamour de las bicisendas y metrobuses, sigue siendo la misma de siempre. Primero, nosotros los argentinos, que seguimos aceptando con pasmosa normalidad los abusos del Estado, como si el paso adelante debiera darlo el de enfrente. Segundo, una oposición vorazmente destructiva cuyo único objetivo parecería ser el de recuperar la caja que da el poder sin una sola propuesta coherente que nos aleje del derrotero socialista. Tercero, un gobierno ausente, poco audaz y que bajo la eterna novela “de lo políticamente correcto”, nunca se atrevió a hablarle a los argentinos con la sinceridad y estado de urgencia que nuestra coyuntura exige. Ubicar a la Argentina en los debates del primer mundo me parece sumamente útil, pero solo si reconocemos en primer lugar que nuestras urgencias son mucho mas primitivas y por lo tanto, nos condicionan y obligan a un cuestionamiento elemental y menos fashion: para intentar ser Noruega primero deberemos dejar de ser África o lo que es lo mismo, si seguimos jugando a tener agenda europea, nunca abandonaremos nuestra pobreza africana y cuidado, porque Wall Street no nos va a seguir prestando hasta la eternidad. El salto del Riesgo País argentino frente a Brasil describe a un mercado internacional que ya comenzó a vernos con un ojo mucho más crítico y menos complaciente.
Copiado de Un espejo incómodo y el país que no podemos ser: ¿vendo Argentina y compro Brasil?, de Germán Fermo en El Cronista.
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