La Bergoglio-política se acerca a todo aquel que tan solo hable mal del liberalismo, sin importar si se ha enriquecido en el poder, como los Kirchner; si mantiene una dinastía absolutista en pleno siglo XXI, como los Castro; o si es un déspota inepto y criminal, como Maduro. Bergoglio les sonríe a todos ellos, pero no a los Macri y los Piñera, las Damas de Blanco que rechazó ver, y las esposas de los presos políticos venezolanos que se encadenaron en la Plaza de San Pedro sin ser recibidas.
La situación de Venezuela merece un párrafo aparte. El silencio de Bergoglio ante la perversidad del régimen es ya intolerable, es decir, frente a la represión, los crímenes, el hambre, la enfermedad y el destierro que sufren los venezolanos. Mientras se hallaba en Chile ocurrieron las ejecuciones extrajudiciales de Óscar Pérez y su grupo de policías rebeldes, sin que se escuchara una sola palabra del Papa.
Pero así es la Bergoglio-política, dogmática, más que tolerante e inclusiva, y al mismo tiempo pragmática en lo que no debe: los principios.
Copiado de La Bergoglio-política, de Héctor Schamis, en El País.
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