viernes, julio 20, 2018

Palabras vacías = Argentina

No podemos ser una república porque no creemos en la palabra y quienes son la clase dirigente, de todos los campos, hacen que nos manejemos con los números y que pasemos olímpicamente del valor de la palabra.

Ayer, sin ir más lejos, se recordaron los 24 años del atentado a la AMIA donde hubo 85 víctimas, cifras que sólo recuerdan un hecho, pero todas las palabras pronunciadas desde aquel fatídico 18 de julio de 1994 fueron huecas, mentiras, promesas falsas. La Justicia que debe dar la palabra final, la que vale, sigue callada. 
Hablamos de los números de la economía, pero quienes la manejan nos explican irrealidades y nos dan mensajes confusos.
Querido lector, en nuestra Argentina la palabra es como un vaso vacío, vemos el continente pero el contenido no existe. Compramos palabras vanas, promesas que no se cumplen y aprendimos a confiar más en los números que en las letras y así nos va. Voy con otro ejemplo del poco valor de lo que se dice.
El 8 de junio de 2017, el integrante del Frente Renovador, Felipe Solá dijo ""Cristina se olvida que es ex presidenta y se cree que es reina"". Ayer no dudó en afirmar: ""Hay que generar una unidad que contenga a Cristina, ella tiene 35% y el resto de los candidatos el 8%"". Pura basura dialéctica, convicciones quebradas por los intereses personales y un abecedario desprestigiado por los que van a morir en el intento de seguir engañando al ciudadano.

Bienvenidos los números que nos dicen que estas vacaciones de invierno van a moverse un millón de turistas por todo el país, pero hay 39 millones de compatriotas que no pueden, que están, por ahora, callados, dejándose engañar por más promesas. 

Los políticos hablan y sus palabras carecen de sentido ante una realidad que nadie puede ni quiere explicar. Los argentinos nos acostumbramos a creer más en las cifras que en las palabras y no es porque las matemáticas son una ciencia exacta sino porque nuestros dirigentes son menos creíbles que Pinocho. Mauricio Macri prometió la panacea y nos llevó a un infierno; los Kirchner se robaron hasta el aire mientras nos decían que vivíamos en el paraíso; Claudio Tapia, el "Chiqui", dijo que Sampaoli era el mejor técnico del mundo; Miguel Angel Picheto afirmó que ley que obliga a los corruptos devolver lo robado "era peligrosa"; miembros del Gabinete repiten hasta el hartazgo que "estamos mejor que antes" y dos días después te dicen que "se vienen dos meses duros". Palabras que suenan a farsa, a tomadura de pelo. El ciudadano ya no las oye y se tiene que basar en los números, saca cuentas y no llega a fin de mes, el sueldo se diluye, las cosas aumentan y la realidad de las cifras contrasta contra la que nos quieren vender con el discurso. Ya puse el ejemplo del fútbol y es lo mismo, "los mejores" nos hicieron pasar vergüenza. Hablan y hablan, total no pasa nada.

En el Congreso cuando hay cámaras de televisión se apuntan todos para hablar, es decir, para seguir mintiendo o no decir nada que nos sea para el aplauso de los propios y los silbidos de los opositores. Palabras no-números sí, parece ser la consigna de estos días y duele, porque una Nación necesita de palabras sabias, contendoras, motivadoras pero serias, creíbles, dichas desde la honradez.
Esta premisa no es posible, quienes deberían decirlas están contaminados, por eso creemos más en las cifras porque ellas, con la realidad del dos más dos son cuatro, se hacen más racionales, nos convocan a la realidad aunque nos duela saber que detrás de cada número cierto, llega una párrafo de mentiras para desviarnos de la verdad. La palabra no vale nada, está desacreditada, se ha convertido en un arma para engañar y no en una herramienta para construir. Vivimos, aunque no queramos, en el reino de las cifras donde un cero, aunque esté a la izquierda vale mucho más que una frase.

Copiado de En la Argentina, los números valen más que la palabra.

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