¿Se llegará a un extremo? Se pensaba que no, pero Trump cumple su palabra. Entiéndase que cuando eleva aranceles se propina un tiro en los pies. El acero y el aluminio son insumos, y en EE.UU. hay más empleo en las industrias que los utilizan como tales que en las que los fabrican. ¿Tiene sentido aumentar los costos, perjudicar la competitividad, castigar a los consumidores? ¿Qué se gana? La acción de la emblemática US Steel vale hoy 20% menos que en marzo, en la antesala de las hostilidades. ¿Convendrá escalar la disputa? En rigor, ¿vamos a la guerra o a una mesa de negociación “a la Trump”? Steve Bannon, ex estratega presidencial, dice que dentro de cien años nadie recordará otra cosa que si se logró frenar el ascenso de China a la supremacía. Wall Street, que ya convivió pacíficamente con la saga de Corea del Norte, intenta imaginar cómo será el trato. Hay quien trae a colación la guerra de las galaxias que en los ochenta impulsó Ronald Reagan hasta hacer implosionar a la Unión Soviética (para,así, consagrar un mundo unipolar). A decir verdad, los lazos económicos entre China y EE.UU. son tan estrechos que una implosión sería una mutua calamidad. Al final del día, Trump busca lo de siempre: cerrar un buen negocio; no arruinar el comercio, pero sí llevarse una tajada mayor de la torta; y si es posible, una foto con epígrafe antes de votar en noviembre. Claro que juega con fuego, y con dudosa pericia. Y abre tantos frentes que, a ratos, Wall Street se asusta. Pasó en abril —cruzó el umbral de una corrección del 10% a la baja— y esta semana cuando Trump redobló la apuesta.
Copiado de Las consecuencias para Argentina de la guerra comercial entre China y EE.UU.
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