¿cómo insertarse en el mundo si el comercio se repliega o encierra en compartimentos estancos? En el corto plazo, sin acceso a los mercados de capitales, y con la urgencia por achicar el déficit de cuenta corriente, nada más inoportuno que una refriega que detenga la locomotora del comercio. Si estuviera en manos de la Argentina, evitarlo sería prioridad. No lo está, aunque presida el G20 y pueda ver la trifulca desde una muy buena ubicación. De la misma manera, pese a sus mejores esfuerzos, la Undécima Ministerial de la OMC pasó por Buenos Aires sin progreso, pena ni gloria.
Trump versus China La confrontación comercial es un hecho. En marzo, una investigación del representante comercial de los EE.UU., Robert Lighthizer, confirmó prácticas comerciales desleales en materia de transferencia de tecnología, propiedad intelectual e innovación (en violación de la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974), y fijó un calendario para su remediación o la aplicación de sanciones. No hubo arreglo. Y el viernes 6, Trump avanzó sobre un paquete de 34.000 millones de dólares de importaciones provenientes de China a las que les adosó un derecho de 25%. Beijing replicó en acto espejo. Ojo por ojo. Fue el comienzo formal de la meneada guerra del comercio, todavía una escaramuza de acotado alcance económico pero alta intensidad mediática. Próximamente, otros 16.000 millones de dólares en mercaderías serán gravados de igual modo, y es de presumir la reciprocidad. Pero Trump no se detuvo. En un par de meses, 200.000 millones de dólares de importaciones adicionales serán alcanzados por un gravamen del 10%. Ahí China no podrá seguirle el tren. En 2017 mientras le vendió 505.000 millones de dólares a los Estados Unidos, sólo importó por 130.000 millones (o 170.000, según las estadísticas chinas). “Las guerras de comercio son buenas y se ganan rápido”, tuiteó Trump cuando fue por el acero y el aluminio. No tan rápido. El líder chino Xi Jinping avisó: “En Occidente existe la noción de recibir un golpe y poner la otra mejilla. Nosotros, en cambio, lo devolvemos”. Beijing acompañó el calor de la disputa con una paulatina depreciación del renminbi, que podría acentuarse y neutralizar el efecto de los aranceles en alza. Las compañías estadounidenses operan con subsidiarias en China cuyas ventas internas superan los 300.000 millones de dólares, y podrían servir de blanco. Y así un amplio espectro, desde trabas paraarancelarias hasta el botón nuclear de la liquidación de sus tenencias de bonos estadounidenses ( 1, 7 billones de dólares aproximadamente), cuya mera sugerencia podría provocar un temblor financiero (y forzar a la Fed, hoy embarcada en recortar su hoja de balance, a oficiar de comprador de última instancia). Entretanto, la OMC mira impotente.
Copiado de Las consecuencias para Argentina de la guerra comercial entre China y EE.UU.
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