... la ciudadanía le dijo adiós a la Argentina del cambio y le dio la bienvenida a un modelo de país muy conocido por todos: la Argentina del emparche, esa Argentina en donde lo urgente siempre le gana a lo importante, en donde el populismo electoral siempre se antepone a cualquier objetivo relevante de largo plazo y en donde el equilibrio parcial nubla cualquier decisión coherente en materia macroeconómica.
Claramente, el gradualismo como concepto fracasó estrepitosamente. Con el diario de hoy sin embargo, sería muy fácil y contrafáctico sugerir que una decisión de shock a inicios de 2016 hubiera implicado un mejor resultado. A mi pesar, tengo la sensación de que ambas estrategias hubieran fracasado por una contundente razón: Argentina es un país en donde el equilibrio no existe.
Las preferencias de quienes votan son tan extremas que nunca podemos llegar a consensos básicos. Ese es el país que tuvimos, ese es el país que tenemos y lo más preocupante, ese será nuestro legado de nación a la generación que sigue. La elocuente falta de productividad sumada a un Estado destructivo y voraz no hará otra cosa que agravar el drama de la pobreza y aumentar la tensión social a muy largo plazo. En este contexto tan comprometido a nivel económico los argentinos paradójicamente, siguen defendiendo al Estado grande, ese mismo que entre otras cosas, nos licuó vorazmente con la devaluación de mayo y junio, como en tantos otros eventos de la historia argentina: el ahorrista y asalariado local volvió a subsidiar a un Estado inmenso y magnánimo.
Copiado de La Argentina emparchada: ¿elecciones, recesión, inflación y rebote final?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario