Si por la Argentina fuera, la guerra de comercio debería abortarse ya. Se está a tiempo, antes que pase a mayores y abandone la escala piloto. Los perjuicios son muchos. Algunos visibles, como la caída vertical del precio de la soja, en los mínimos de nueve años, un rehén de Beijing en represalia por el aumento unilateral de aranceles que dispuso Washington (aunque detrás de la merma también operan factores de oferta). Otros, no menos dañinos, son invisibles. La inversión basada en las ventajas del comercio se retrae en todo el mundo, y juega en contra de los deseos, siquiera, de una garúa de capitales. Y la factura crece con la mera preservación de la incertidumbre.
Copiado de Las consecuencias para Argentina de la guerra comercial entre China y EE.UU.
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