Cuentan que estaba sentado en la playa observando el mar. De repente vio que las olas acercaban una madera que constituía una balsa
perfecta. Balsa que hacía rato Crusoe necesitaba para salir a pescar. Su primer impulso fue, ante tamaño regalo del mar, salir corriendo para tomar la balsa antes que las olas se la llevaran nuevamente.Iba corriendo Robinson Crusoe hacia el mar y de repente se detuvo y pensó: "Un momento. Yo iba a construir una balsa una vez que hubiese cubierto otras necesidades más perentorias. Si yo tomo la balsa que me trae el mar no me hará
falta construir la balsa. Si no construyo la balsa quedaré desocupado y mi industria marítima quebrará. Además, si no construyo la balsa, no tendré que cortar madera, con lo cual también afectaré a mi sector maderero. Inclusive, al no cortar la madera no tendré que afilar el hacha, lo cual me generará desocupación en mi industria de bienes de capital.Peor aún, mi ministro de Hacienda, Sunday Horse, no cobrará impuestos. Realmente sería una ruina para mí tomar esa balsa que por tan bajo precio me ofrece el mar. Es más, lo inteligente es tomar la balsa y arrojarla más lejos, con lo cual habré incluido valor agregado a mi tarea de rechazar la competencia externa".
De esta forma, Robinson Crusoe defendió su industria marítima. Estuvo meses fabricando su balsa, pero, eso sí, se quedó sin poder satisfacer un montón de otras necesidades que tenía porque volcó todo su tiempo y sus recursos en
fabricar algo que podría haber conseguido mucho más barato.
Copiado de Nota de un joven economista en El Cronista 1993.
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