La Argentina debe desarrollar su sector minero si quiere acelerar su crecimiento económico, diversificar su matriz productiva y elevar el nivel de vida de sus ciudadanos. Durante décadas, la ausencia de una industria minera importante bloqueó el aprovechamiento productivo de vastas riquezas naturales del país.
En Australia y Canadá -dos países modernos y avanzados- la minería fue y sigue siendo un pilar fundamental de generación de riqueza y bienestar para sus ciudadanos. El progreso de estos dos países se debe en gran medida al desarrollo de la industria minera. Su ejemplo debiera servirnos de guía para imaginar y planear nuestro futuro.
Para ilustrar la escala del atraso minero basta mencionar que Chile –con quien compartimos las regiones donde se encuentra la mayor parte de nuestro potencial geológico- exporta casi US$ 50.000 millones de productos mineros por año versus menos de US$ 3.000 millones en el caso de nuestro país.
La Argentina tiene el potencial geológico para desarrollar proyectos mineros de clase mundial. Un informe reciente de la Secretaria de Minería (Eduardo O. Zappetini y Eduardo W. Marquina, Potencial Minero Argentino, noviembre 2017) confirma la inmensa riqueza de nuestro subsuelo. La producción minera podría representar, a mediano plazo, el equivalente a varias Vacas Muertas.
El potencial minero está concentrado en regiones pobres y despobladas como la Puna, la cordillera de los Andes y la Patagonia. Su eventual desarrollo sería una poderosa herramienta para integrar el país y promover la modernización de las regiones/provincias postergadas.
La Argentina tiene una población educada y capaz de responder a los requisitos técnicos de la industria minera moderna. La minería no es solo el agujero en la tierra que las fotos nos muestran desde el cielo, sino una actividad industrial sofisticada que requiere mano de obra especializada y que paga muy buenos sueldos.
Asimismo, la minería representa una importante fuente de recursos fiscales para el estado nacional y las provincias involucradas. De acuerdo a estudios del Banco Mundial, típicamente, un tercio o más de los ingresos de un proyecto minero son recaudados por el sector público a través de impuestos, regalías y otras contribuciones.
La inversión minera requiere infraestructura, electricidad y caminos, lo que mueve la economía de una región, genera trabajo e involucra a los pequeños y medianos empresarios en la provisión de bienes y servicios.
Con la sanción de la “Ley de Inversiones Mineras” en 1993, la Argentina ingresó a la industria minera mundial, puso en marcha varios importante proyectos (Bajo de la Alumbrera en Catamarca, Veladero en San Juan y Cerro Vanguardia en Santa Cruz) y generó un veloz incremento de las inversiones en exploración, que confirmaron el potencial geológico del país.
Desafortunadamente, las políticas gubernamentales del periodo 2003-2015 alteraron la estabilidad jurídica y fiscal de la minería, deterioraron las perspectivas del negocio y redujeron dramáticamente la inversión en el sector.
El gobierno del presidente Macri propone volver a poner en marcha la minería. La meta es obtener como mínimo US$ 25.000 millones de nuevas inversiones durante los años 2016-2023. Ya existen empresas internacionales y locales interesadas en desarrollar y financiar (¡sin subsidios o fondos estatales!) el crecimiento del sector.
Las herramientas centrales de la nueva política incluyen un Acuerdo Federal Minero entre el gobierno federal y las provincias mineras para homogenizar las leyes nacionales y provinciales, garantizar la estabilidad impositiva a las empresas inversoras y lograr el respaldo de las comunidades locales a los emprendimientos mineros. El Acuerdo debería ser ratificado por el Congreso y las legislaturas provinciales en los próximos meses.
El tema ambiental es muy importante. La Argentina necesita una nueva Ley de Glaciares. La ley vigente no fue reglamentada, es ambigua y no genera certidumbres básicas para atraer la inversión. Necesitamos leyes claras (como la que tienen Australia, Canadá, Chile y los Estados Unidos) que ordenen y compatibilicen el desarrollo minero en la zonas de cordillera -donde están ubicados los principales recursos del país- con la protección ordenada de los recursos hídricos y de los glaciares.
Como demuestra el ejemplo de dichos países, la minería impacta en el medio ambiente pero no contamina si se toman las precauciones necesarias para equilibrar los intereses de la producción con la defensa del medio ambiente.
Pensar que el país no cuenta con la inteligencia suficiente para regular la producción minera a modo de armonizar el progreso económico con el uso responsable de los recursos hídricos, es un agravio a los argentinos o peca quizás de ignorancia.
Con esfuerzo y trabajo, la Argentina puede construir una industria minera moderna y ambientalmente sustentable, como en Australia, Canadá y Chile. De esta forma, podría convertir los cuantiosos recursos minerales disponibles en producción y así elevar el nivel de vida de todos los argentinos.
¡No perdamos la oportunidad!
El desafío de la minería, de Felipe de la Balze.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario