En un país inviable, con un déficit insostenible, el Gobierno propone cambios de fondo. Esto, de llevarse a cabo, supone desmontar mafias y privilegios decantados durante décadas. Muchas de estas prebendas y negocios pertenecen a la corporación peronista, tanto en su vertiente política como sindical. Colaborar significaría entonces renunciar a estos privilegios.
Sin embargo, en un país donde la lucha por el poder ha sido la lucha por alcanzar esos privilegios, la disyuntiva del peronismo es aplicable a todos los sectores, incluidos los empresarios. Todos saben que la Argentina está en una situación terminal, todos claman por un país normal, más racional, pero ¿quién está dispuesto a ceder algo? Somos una sociedad corporativa signada por la lucha de intereses sectoriales. Esto explica las distorsiones estructurales del país y las dificultades que existen para superarlas.
Es difícil cambiar una cultura instalada desde hace más de medio siglo, pero ese es el mayor desafío de Cambiemos. Puesta en perspectiva, y más allá de sus eventuales aciertos o iniquidades, la reforma previsional es el primer paso de una serie de cambios que se pretenden de fondo. De allí, también, las reacciones que produjo.
Hoy la principal batalla del Gobierno es cultural y debe aprender a librarla con la palabra. La acción sola no alcanza. En todo país hay intereses enfrentados, pero aquí los intereses dividen. La palabra puede trazar una hoja de ruta para el conjunto. Una plataforma donde discutir y disentir. Un diálogo que conjure la violencia.
Copiado de La llama de la violencia amenaza la democracia, de Hectór Guyot.
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