El kirchnerismo fue el peor gobierno de la historia. Los Kirchner, aniquilaron cuanta definición de capital se le cruzara en el medio. Destruyeron capital físico, humano, institucional y social, donde en el último caso creó una supuesta grieta entre ricos y pobres, cuando la verdadera grieta es entre la corporación política junto a su ejército de parásitos y los individuos. De todos modos, las atrocidades hechas por los K, no quita que el presente gobierno sea malo y mucho menos que debamos soportar la creación de falsos dilemas para que la corporación política siga conservando sus privilegios.
En esta colosal historia de decadencia del país el centro de la escena lo ocupa el Estado. Una institución que inventando derechos donde no los hay ha venido cercenando sistemáticamente libertades individuales a discreción, cuyas formas más recurrentes han sido el déficit fiscal y el default en al menos tres versiones: (i) el aumento de la presión tributaria, (ii) la inflación y (iii) el repudio de la deuda. Es más, las últimas cuatro crisis: (1) el Rodrigazo en 1975, (2) la tablita cambiaria en 1982, (3) la hiperinflación de Alfonsín en 1989 y (4) el estallido de la Convertibilidad en 2001/2, se dieron con niveles de déficit fiscal del 14%, 11%, 8% y 7% del PIB respectivamente.
De este modo, cuando uno observa que el déficit fiscal consolidado de Nación, Provincias, Municipios y posición de letras del BCRA oscilará entre el 10% y 11% del PIB, en un contexto internacional donde la tasa de interés comenzará a subir, por lo menos, a la luz de la historia debería ponerse muy incómodo. Sin embargo, frente a la alerta, el Gobierno prefiere estigmatizar a los liberales por pensar distinto (lo cual es una forma sutil de persecución ideológica), propone fábulas y crea falsos dilemas tal que la casta política no ceda privilegios.
Las fábulas preferidas del Gobierno son dos. Por un lado, nos propone el mito del gradualismo. Aquí, la evidencia empírica es contundente. Desde el año 1952 a la fecha, todos los programas gradualistas terminaron mal, mientras que todos los de shock, salvo el de 1959, fueron expansivos.
Por otro lado, está la fábula socialista que el Estado puede ser eficiente. En rigor, sólo se puede gastar bien cuando un individuo gasta su dinero en sí mismo, ya que sabe cuánto le costó ganarlo y la satisfacción que le genera. A su vez, si su dinero lo gastara en otros buscaría minimizar el costo, mientras que si gastaría el de otros en el mismo lo despilfarraría. Obviamente, el peor de los mundos es, gastar el dinero ajeno en otros: El Estado de Malestar.Si a eso le sumamos que los impuestos surgen de un acto violento, donde por medio de la firma en un papel y el uso del monopolio de la fuerza, los políticos les quitan el dinero a los individuos, para gastarlo acorde a su arrogante sistema de preferencias, el daño es obvio. Piense Usted en ¿qué haría si viene un vecino y le exige que le entregue el 50% de su ingreso por el sólo hecho de que consta en un papel firmado por el mismo? Está claro que le cerraría la puerta en la cara. Ahora, para ganar realismo, piense que su vecino viene a hacerle la propuesta con un patotero profesional armado. No importa cuál sea el eufemismo, el acto es un robo. De hecho, el político es muchísimo peor ética y moralmente que un ladrón vulgar, ya que el ratero por lo menos da la cara, expone el físico y puede terminar preso, mientras que el político se escuda en el uso del monopolio de la violencia del Estado. Es más, cómo si esto fuera poco, el político es un ladrón sistemático.
Naturalmente, la esencia del político es engañar a la gente, de modo tal que no se perciba su verdadera condición. Así es como se inventan falsos dilemas. Por ejemplo, cuando se señala la necesidad de corregir el déficit fiscal y bajar impuestos, la reducción de gastos implicada hace que el político acuse al proponente de querer perjudicar a los más vulnerables, aún frente a propuestas explícitas en las que se deja en claro que dichos grupos no sufrirían el ajuste. Esto es, buscan refugio en los más vulnerables para sostener sus privilegios. Y, sin embargo, frente a la quiebra del sistema previsional, no les tiembla el pulso para encarar la reforma castigando a los jubilados presentes y futuros con tal de hacerse de fondos para consolidar su proyecto político. Lo mismo pasa con la reforma impositiva, donde al ritmo que proponen tardaríamos más de 50 años en alcanzar la presión fiscal de nuestros vecinos fruto de la intención de los políticos de mantener sus privilegios. Ahora bien, ¿esperaba al distinto? ¿se imagina ser atacado por un ladrón que le quita todas sus pertenencias y que vuelva al rato pidiendo disculpas y devolviendo algo de lo robado?
En definitiva, lo que hay que entender es que la verdadera grieta es entre los que trabajan en la creación de riqueza por un lado y por el otro los parásitos de la política que vía el uso de la fuerza se apropian de lo que no les corresponde. En tanto y en cuanto no se entienda esto seremos cada día menos libres y mucho más pobres.
Copiado de Corporación política vs libertarios, de Javier Milei.
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