Aunque nos cueste creerlo, vivimos en un mundo que está cada vez mejor. Sí, es cierto que Argentina está en recesión, que las tarifas subieron, que sigue habiendo violencia en el mundo y que los mercados internacionales se vieron sacudidos por el Brexit. Sin embargo, hay un dato que, a medida a que pasan los años, muestra una evolución positiva.
Se trata de la pobreza a nivel mundial. Según los últimos datos divulgados por el economista Max Roser, la pobreza en el mundo se encuentra en los niveles más bajos de la historia. Además, la tendencia es declinante. En 1981, el 44% de la población mundial vivía con menos de USD 1,9 dólares por día. En 2015, ese número se desplomó y alcanzó el nivel mínimo de 10%.
Mirando los datos históricos, se ve que el camino de caída viene de largo. Según las estimaciones compiladas por Roser, en 1820 el 94,4% de la población vivía en situación de pobreza, mientras que el 83,9% del total lo hacía en la “pobreza extrema”. En 1992, estos números habían descendido con fuerza al 51% y al 24% respectivamente.
Semejante desplome en los niveles de pobreza en el mundo es un motivo para alegrarnos. Lamentablemente, en Argentina la tendencia fue a contramano. En los últimos 30 años, de los cuales 25 estuvimos gobernados por presidentes peronistas, el promedio de pobreza fue nada menos que 29,2%. Además, desde el año 2011 que la pobreza sube permanentemente en nuestro país.
A la luz de estos datos, es inevitable preguntarse qué pasó. Cómo es posible que, mientras la pobreza cae en el mundo, en Argentina no solo no se reduce, sino que la cantidad de personas en situación de vulnerabilidad es cada vez mayor.
La respuesta la tenemos que encontrar en el sistema institucional. A principios del siglo XIX, algo comenzó a cambiar en Gran Bretaña y luego fue expandiéndose al mundo entero. El gran cambio fue que el mundo pasó de estar dominado por las ideas mercantilistas y comenzó a moverse hacia el sistema de la libertad económica.
En su libro de Historia de la teoría económica y de su método, los historiadores Robert Ekelund y Robert Hebert destacan que, en el siglo XIX, muchas de las regulaciones de la era mercantilista se habían abandonado, al tiempo que dos fuertes restricciones a la actividad estatal comenzaban a operar. Por un lado, el establecimiento del patrón oro, que “vedaba al gobierno el acceso a la máquina de imprimir billetes y, por tanto, limitaba el volumen del gasto gubernamental para la guerra o programas sociales”.
Por el otro, el límite a la capacidad del gobierno de cobrar impuestos. En su rol de canciller del Reino Unido, William Gladstone “promovió una serie de políticas destinadas a lograr que el gobierno fuera abandonando, de un modo equilibrado, la intervención en el sector privado. Entre estas políticas estaba la derogación de las Leyes de Granos (realizada en 1846), la reducción de los impuestos sobre la renta y la prohibición de los impuestos sobre las ventas y el consumo”.
Las medidas tomadas fueron concretas: desregulación, menos impuestos y menos gasto público. Pero lo más relevante fue la idea que estuvo detrás: que es el individuo en libertad, y no el gobierno, es el que está en mejor posición para producir bienes y servicios y, intercambiándolos en el mercado, crear riqueza para el conjunto.
Es que pensémoslo de manera individual. ¿Quién producirá más riqueza: una persona a la que el gobierno solo le deja disfrutar del 50% de sus ganancias, o una que puede quedarse con el 100%? ¿Dónde se invertirá más: en un país con regulaciones de todo tipo, o en uno donde haya libertad para innovar? La producción y el comercio generan crecimiento económico y enriquecen a todos los involucrados. Por este motivo, cuanto mayor sea la libertad económica, más próspero será un país y menor pobreza deberá sufrir.
El gobierno de Macri lleva solo seis meses en el poder y algunas de las medidas que tomó, como sincerar tarifas y dólar, han dejado al descubierto la pobreza que estaba oculta por el gobierno anterior.
A futuro, no sabemos a ciencia cierta qué hará. Sin embargo, una cosa es clara: en la medida que decida acercarse al liberalismo y lleve adelante políticas de libre mercado, mayor y más sostenible será el crecimiento económico y, por tanto, menos será la cantidad de personas que deberá sufrir el drama de la pobreza.
Este artículo de Iván Carrino fue publicado originalmente en Inversor Global (Argentina) el 7 de julio de 2016. Yo lo copié de El Cato hoy.
sábado, diciembre 02, 2017
Así redujo el capitalismo la pobreza en el mundo
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