"En Edimburgo, Darwin se dio cuenta de que su padre le dejaría, tras su muerte, suficientes propiedades como para "subsistir con cierto confort". Al otro día, entonces, dejó de esforzarse en el aprendizaje de la medicina y se dedicó a las cosas que más le llamaban la atención: los escarabajos, las piedras, el mundo natural. Darwin se arrepiente un poco de esto, porque dice que algo de anatomía o de matemática le habría sido muy útil después en su carrera. Pero sabe que esa libertad para dedicarse a lo que le gustaba fue fundamental para orientar el curso de su vida. Cuando supo que nunca iba a ser pobre, Darwin se convirtió en uno de los científicos más importantes de la historia. Dejó de pensar en la plata y se concentró en las cosas que le interesaban. ¿Pasa siempre esto? No lo tengo claro. Esta seguridad financiera enciende a algunas personas, como a Darwin, y anestesia a otras, como muestran tantos herederos... William Burroughs, de cuyo nacimiento se cumplieron cien años esta semana, recibió una mensualidad de sus padres hasta los 50 años. Es decir que financió parte de su experimentación personal y artística, su vida decadente y su desafío a las convenciones burguesas con un cheque llegado del cielo que pasaba a buscar cada primer lunes de mes. ¿Habría sido distinto Burroughs sin ese cheque?"
Del artículo Sobre el talento y la seguridad financiera de Hernán Iglesias Illa.
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