El dilema político de enfrentar el costo de lo impopular (el ajuste) es más agudo, por supuesto, en el caso del Gobierno, primero porque a él le atañe el ajuste y segundo porque fue su irresponsable gestión reciente, precisamente, la que lo ha agravado. La oposición, a su vez, puede hacerse la distraída, hasta que le llegue su turno. Lo mejor para el país sería, en cambio, que gobernantes y opositores se unieran en busca de un plan de salvación nacional para compartir de algún modo el costo político del ajuste. Es casi ingenuo preguntarse si lo harán. Lo más probable es que, por temor a los efectos inmediatos del corto plazo, unos y otros eludan elevar la mirada para encontrarse, de una buena vez, con el vigoroso desafío que nos viene del horizonte: ser lo que debemos ser para evitar no ser nada.
De eso no se habla, de Mariano Grondona
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