Aunque cueste creerlo, lo más inteligente era quemarla en una discreta ceremonia. En todo caso, la única esperanza que nos queda para recuperar algo es que justamente nunca fueron demasiado inteligentes.
Pero me temo que, como diría Borges, alguna vez se cerrarán los últimos ojos que hayan visto esa millonaria columna de humo elevarse y perderse en el profundo cielo azul del sur argentino. Mamita.
Copiado de ¿Y dónde está la guita?
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