Robert Klitgaard, uno de los más grandes estudiosos del flagelo de la corrupción en el mundo, planteó hace años que una premisa básica para erradicar las malas prácticas es "freír unos cuantos peces grandes", pero con una aclaración inmediata: "Dado que demasiado a menudo las campañas anticorrupción se convierten en campañas contra la oposición, los primeros peces grandes deberían ser del partido en el poder".
Esa jugada, claro, sería por demás riesgosa, como así también sería riesgoso para la economía suspender a empresas corruptas del registro nacional de constructores o rescindir de pleno derecho todo contrato obtenido mediante sobornos -como lo impone el artículo 10 del régimen de contrataciones con la administración nacional-, o fijar multas millonarias por cartelización en la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia.
¿Es riesgoso? Sí. Pero si Klitgaard se combinara en la Argentina con el ecuatoriano Jaime Durán Barba, acaso su receta sería la siguiente: "Si la economía ya está mal y puede que empeore, ¿podemos al menos mostrarles a nuestros potenciales votantes que vamos a fondo contra la corrupción, aún si eso supone que vayan a prisión empresarios amigos o incluso familiares?".
Si un gobierno tomara esas decisiones, reforzaría también la seguridad jurídica y el Estado de Derecho. Al fin y al cabo, procedería tal y como lo impone la legislación vigente. Y de paso enviaría esa señal a los "mercados", tanto locales como internacionales. Mercados en los que ante una necesidad -o un contrato rescindido- siempre hay otra empresa dispuesta a ocupar el vacío.
Copiado de Pese a enfriar la economía, la lucha contra las mafias puede sumar votos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario