Nuestros gobernantes supieron ubicarnos en el mundo, desarrollar un servicio diplomático (Carlos Saavedra Lamas ganó el Premio Nobel por intervenir en un conflicto entre dos naciones), tuvimos una de las Armadas más importantes del mundo (proyecto iniciado por Roca), y después de la Segunda Guerra nuestra flota mercante sacaba nuestros granos. Quienes dirigían el país, nacidos de las familias acomodadas, decidieron que la totalidad de la población, sin excepciones, tuviera una de las mejores educaciones del mundo a su disposición. Un sueño generoso: la igualdad de oportunidades. Todas esas aspiraciones se fueron desvaneciendo con los años.
Ya transcurridas las tres cuartas partes del mandato de nuestro empresario a cargo de la presidencia, sé que no hay sueño de grandeza. No se entiende, entonces, para qué los empresarios quisieron poner a uno de los suyos al frente del país.
Excepto algunos empresarios tesoneros y soñadores, que invierten en biodiésel, o en acuicultura, en software o en maquinaria agrícola, todos proyectos solitarios en lucha contra los molinos de viento de la burocracia estatal y el tipo de cambio artificialmente bajo, pareciera que el resto de los empresarios argentinos poderosos se dedican a “caranchear” a la Argentina.
Copiado de Como en 1890, pero sin Carlos Pellegrini.
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