(...) lo cierto es que le incumbe principalmente a Cambiemos hacerse cargo de la disputa entre la Argentina competitiva y abierta, y la Argentina corporativa y prejuiciosa, si es que pretende recuperar la confianza perdida entre los millones de ciudadanos que quieren un "país normal". Es claro que la próxima contienda electoral será una puja de valores, y que la coalición gobernante se quedó sin discurso después de los cataclismos financieros. La economía dará pésimas noticias durante meses, se recuperará más tarde, pero sus frutos no se recogerán hasta 2020. Si esta fuera una administración recién llegada, podríamos aventurar que le tocará un buen momento, puesto que las nuevas variables insinúan para entonces un rebote espectacular. El problema es que los tiempos cortos y próximos se asemejarán a 2016, es decir: serán malos, con la diferencia de que en aquel entonces la sociedad aguantó frente a la promesa de una mejora, y hoy se siente defraudada y poco dispuesta a volver a confiar. La situación se parece un poco a la de esas parejas que deben remontar una infidelidad: el victimario tiene que probar con hechos, pero también con palabras que no volverá a suceder, y la víctima debe poner en la balanza cuánto gana y cuánto pierde si rompe el vínculo. La noticia no es que tuvimos un nuevo accidente macroeconómico, sino que un gobierno no peronista sobrevivió a una megadevaluación, y este hito debería ser estudiado en profundidad puesto que podría estar evidenciando una mutación social profunda.
Copiado de Aquí se libra una batalla.
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