El sodio tiene mala fama pero es un mineral fundamental para la salud.
Se incorpora a través de la dieta y después de ser absorbido pasa a formar parte de los tejidos y de los fluidos del organismo.
Cuando se utiliza la sal de mesa (cloruro de sodio), el sodio representa el 40% y el cloruro el 60% restante, recomendándose no sobrepasar la ingesta de 2.4 gramos al día para un adulto mayor de 18 años.
El sodio es clave para controlar y regular el equilibrio de agua del organismo, colaborar en la conducción del impulso nervioso, mantener la alcalinidad gástrica, una adecuada función muscular y la presión arterial en valores normales.
Aunque muchos conocen el daño que causa el uso excesivo de la sal son también muchos los que desconocen que es perjudicial si su nivel está por debajo de lo normal.
El principal factor que determina la concentración de sodio en la sangre es el contenido de agua del organismo, el cual, a su vez, depende del balance entre lo que se toma de agua y de lo que se elimina por la orina.
Se llama hiponatremia cuando la concentración plasmática de sodio es menor a 135 mEq/L. Es un trastorno hidroelectrolítico frecuente en la práctica médica con una incidencia informada de un 15 a 30% entre los pacientes que están internados. A pesar de su frecuencia es subdiagnosticada, subtratada y muchas veces manejada de manera inapropiada.
El cerebro es uno de los principales órganos afectado por la hiponatremia y sus consecuencias dependerán del grado que alcanza, de la rapidez de su instauración y de otros factores individuales asociados.
Ante la disminución de sodio las células se hinchan por tener demasiada agua en su interior y las células del cerebro –neuronas y las células gliales que las sostienen y alimentan– son sensibles a esa hinchazón lo cual tiende a provocar muchos síntomas.
Los más comunes son náuseas y vómitos, dolor de cabeza, fallas de memoria, desorientación, confusión, disminución de la energía, fatiga, inquietud, irritabilidad, debilidad muscular, espasmos o calambres.
Es importante destacar que muchos psicofármacos pueden provocar hiponatremia como efecto secundario, hecho al que están siempre atentos los psiquiatras, sobre todo, por el progresivo y abundante consumo de psicofármacos que existe en la actualidad.
Los grupos de fármacos que más la pueden inducir son algunos antidepresivos, antipsicóticos (haloperidol, olanzapina, entre otros) y estabilizadores del estado de ánimo (lamotrigina, ácido valproico, carbamacepina, por ejemplo).
En 1989 se publicó la primera observación sobre los IRSS (Inhibidores de la Recapatación de Serotonina, los antidepresivos más utilizados en la actualidad) y las alteraciones que producía sobre la hormona antidiurética.
Desde entonces las notificaciones de casos de hiponatremia van en aumento y se han extendido a otros grupos de antidepresivos.
La edad avanzada, el sexo femenino, el uso simultáneo de diuréticos y otros psicofármacos, el exceso de ingesta de agua o el bajo peso corporal aumentan el riesgo de padecerla.
Por lo tanto, es imprescindible controlar el nivel de sodio cuando se reciben psicofármacos (especialmente en pacientes geriátricos).
Copiado de Los riesgos de tener bajo nivel de Sodio.
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