Australia, más allá de algunos traspiés como tuvieron todos los países hoy desarrollados, sobre todo en las últimas décadas, tuvo una fuerte mejora en la calidad de sus instituciones y se ubica en el puesto 10; por lo que no debería extrañar su alto bienestar económico. La buena noticia para Argentina es que, luego de ser el segundo país del mundo que más cayó en el indicador hasta 2015, ha mejorado 23 lugares para 2017 y podemos seguir avanzando en la reconstrucción de nuestras instituciones.
Si bien se suele responsabilizar a la dirigencia política de semejante debacle de nuestro Estado de Derecho, hay que tener en cuenta que esos políticos surgen de la misma cultura que quienes los votaron, que no fueron extraterrestres, sino argentinos.
(...) la vigencia de la República no es factible si los argentinos no dejamos de asumirnos como súbditos de gobiernos paternalistas de los que esperamos que se hagan cargo de nuestras responsabilidades y de dar soluciones a nuestros problemas; lo que necesariamente implica cederles nuestros derechos. Debemos pasar a asumirnos como ciudadanos maduros que se hacen cargo de sus propias vidas para realizarse como personas, exigiendo a los gobiernos un marco de seguridad jurídica y el pleno respeto de sus derechos de las personas como marco para lograrlo. Esto implica no solamente votar a un candidato cuyas ideas compartimos e informarnos bien sobre su capacidad y honestidad, sino también controlarlo y exigirle que cumpla con sus promesas, bajo el imperio de las leyes y la Constitución Nacional.
Copiado de Argentina, de país desarrollado al subdesarrollo: por qué no somos Australia.
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