Por el otro lado hay una generación de patriarcas setentones que podrían funcionar como sabios componedores salomónicos acercando posiciones entre los aspirantes a liderar esta renovación.
Yo sé que no estamos hablando de aquellos sabios del ágora griega, pero a falta de un Sócrates o un Platón, habrá que conformarse con un Alberto Rodríguez Saá o un Gioja. Venga, no se vaya, amigo lector. Es lo que hay. Ambos nacieron en 1949 y hoy tienen 68 años.
Si queremos levantar el nivel de los patriarcas tenemos a los cordobeses Schiaretti y De la Sota. Curiosamente, los dos también nacieron en 1949 y hoy tienen 68 años.
De la Sota es el más aggiornado. A su manera, el tipo es un moderno. Da canchero, pero igual es miembro del club de los patriarcas.
Creáse o no, este año soplan 68 velitas Pichetto y Felipe Solá.
Felipe parece más joven porque la juega de langa. Y Pichetto te desorienta porque es un clásico jugador de póker. Pispea las cartas y no se le mueve un solo músculo de la cara. Hace años que nos hace creer que tiene full de ases con reyes cuando seguramente no tiene ni un par simple de cuatros. Pero te bluffea como los dioses.
Detallecito final: aunque parezca joda, hace dos semanas el Compañero NCK hubiera cumplido… 68 años.
La única explicación posible para esta insólita coincidencia de los 68 años es que todas estas familias se excitaban leyendo la Constitución de Perón de 1949.
Con unos cuantos años más (tiene 76) todavía asoma il consigliere mayor: Duhalde, aunque últimamente está en observación. Acaba de declarar textualmente “la situación del país es similar a la del 2001, muy parecida”. Típica reacción de quien confunde lo que pasa con lo que quiere que pase. Raro en él. Es el único ex presidente más o menos presentable que nos quedaba. Cuídenlo, viejo.
Por supuesto, ninguno de estos setentones está para encabezar boleta. Mucho menos aún para planificar estrategias electorales. Imagínese a todos estos tipos juntos contra los 200 pibes que Marcos Peña tiene haciendo Big Data las 24 horas del día. Imposible competir.
Sin duda, el rol que les cabe a estos patriarcas es el de ordenar e impulsar a una nueva generación capaz de construir el famoso Plan B.
Copiado de Un plan B por el amor de Dios, de Alejandro Borensztein.
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