Las claves de la sociedad. Las denominadas "guerras comerciales" han concitado la atención de la opinión pública y los economistas. Sin embargo, poco se advierte sobre las batallas cotidianas que debe librar el ciudadano común contra las arbitrariedades de comercios y sistemas que parecen destinados a entorpecer el libre albedrío en materia de opciones económicas.
Recientes medidas adoptadas por el gobierno estadounidense, han generado un amplio rechazo mundial. Se trata de la adopción de aranceles al ingreso en ese país de acero y aluminio, dos productos de alta incidencia dentro del contexto productivo a nivel global. Los europeos reaccionaron rápidamente con amenazas de iniciar una guerra comercial, imponiendo mayores impuestos al ingreso de hasta 3.500 productos de orígen norteamericano que se consumen en los países que integran la Unión Europea.Los asiáticos, liderados por el mayor productor de acero del mundo, China, han mantenido la cautela mientras garantizaban al máximo líder de la región su perpetuidad en el poder y buscaban aquietar los ánimos con propuestas dialoguistas por parte de Corea del Norte, todo un gesto considerando las circunstancias. Cabe consignar que la medida adoptada por el gobierno de Donald Trump, exceptúa a sus socios Canadá y México, mientras que diálogo telefónico presidencial mediante, y rápida gestión del secretario de Comercio ad hoc, la Argentina aspira a un trato similar ya que el impacto comercial sería de gran profundidad, especialmente en el caso del aluminio considerando que se trata de uno de los principales rubros de exportación al mercado estadounidense y ha merecido advertencias en tal sentido por parte de los industriales locales del sector.
En todas partes el repudio al proteccionismo estadounidense ha brotado como un signo unánime de los tiempos por parte de analistas y teóricos, como si tales medidas no hubieran sido esperables ya que integraron el programa que permitió a Trump llegar a la presidencia de la principal potencia de Occidente.
En cambio, amparados en que se trata de cuestiones de microeconomía, poco se dice de prácticas desleales que cotidianamente deben sufrir los ciudadanos de nuestro país por parte de comerciantes y empresarios de diverso orden. Por caso, el frecuente el incumplimiento de la norma de la AFIP vinculada a la obligación de aceptar tarjetas de crédito y débito en los comercios gastronómicos.
Amparados en en la impunidad, y ligados a la evasión impositiva, restaurantes como el conocido Cervantes, de la calle J.D. Perón casi Riobamba, sólo acepta cobros en efectivo por "deficiencias en el sistema de posnet" según indica un simpático cartel ubicado en la caja, pese a que en frente del local se indica todo lo contrario.
Algo similar ocurre con La Americana en sus dos locales, de Callao y Corrientes. También acontece con Plaza Asturias en la avenida de Mayo, donde el pago con tarjeta merece un ostensible recargo, cuestión que se extiende en infinidad de comercios no sólo de gastronomía sino de diversos rubros que exigen un monto mínimo para el pago con tarjetas.
La cuestión no pasa inadvertida para las entidades defensoras de los derechos del consumidor como Adecua, que hace pocos días consiguió la restitución de seguros cobrados por Galicia Seguros S.A. a través de Tarjeta Naranja según dispuso el Juzgado Comercial Nº 10 luego de un extenso litigio. Es oportuno recordar que recientemente hubo un tenso debate, no saldado, entre bancos y empresas titulares de tarjetas por el manejo de comisiones que han sido objetadas. Quizá la macro y la microeconomía tengan pulsiones diversas, pero parece un reflejo condicionado que en ambos casos se pretenda que las reglas están hechas para no ser cumplidas.
Copiado de Guerras y batallas.
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