“Da gusto vivir un proceso electoral intenso y apasionado. Con candidaturas fuertes y con resultado incierto pero con la tranquilidad de saber que, gane quien gane en octubre, se respetarán los contratos y los acuerdos, se mantendrán los grandes lineamientos de políticas públicas y, por sobre todo, se fortalecerá el sistema democrático y el orden republicano. Y así será, independientemente de que el resultado consagre presidente a Martínez, a Lacalle Pou o a Talvi. Allá en Uruguay, claro.
Acá no. Acá en octubre nos jugamos la vida. A todo o nada. ¿República occidental o delirio bolivariano? ¿Déficit cero o Fútbol para Todos? ¿Chambones bailando bajo globos amarillos o cadenas nacionales con el dedito en alto? Somos casi cincuenta millones de ñatos con los nervios destrozados, todos puteando al borde del abismo y agarrados de la cornisa con uñas y dientes. Como siempre.
La esencia de la disputa nunca se modificó y es la misma desde el día que asumió Macri: por un lado el Gato y por el otro Cristina, en esta ocasión disfrazada de Tío Alberto.
Como disfraz, no está mal. En la última elección escondió el Rolex de brillantes y se disfrazó de señora humilde con ropa usada comprada en una feria americana para simular que había cambiado. Al pedo porque igual perdió como en la guerra contra Esteban Bullrich y Gladys González.”
Copiado de El Gato y Tío Alberto, por la 10 en la espalda.
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