Gran parte de nuestra dirigencia solo entiende la causalidad directa, los mecanismos indirectos parecen ser demasiado sutiles. Cada día reclaman más y más, y obtienen menos. ¡Por reclamar mucho es que tenemos más pobres! ¿Quién quiere invertir con un sindicalismo patotero y venal? O se trata de gordos millonarios que se enriquecieron a costa de sus afiliados o son comunistas de cafetín que aún creen en Lenin y el sabotaje del gobierno de turno, como hicieron en 1917. Al parecer, no se enteraron de Stalin, ni que el Muro de Berlín colapsó.
En setenta años una porción del desierto, floreció y las pampas ubérrimas se estancaron en sus sueños de grandeza. Ambos países crearon una sociedad de bienestar, pero acá creímos (y aún muchos creen) que los recursos son ilimitados y la bonanza eterna, que podemos seguir gastando a cuenta de la próxima cosecha y que para que las vacas cumplan su misión reproductiva, las próximas generaciones no necesitan una formación de excelencia ni requieren de demasiado rigor.
Por más que queramos echarle la culpa a un partido o movimiento (que probablemente lo tenga), es indispensable tener un espíritu de autocrítica para entender que, en este desmadre, todos tenemos algo de culpa.¿Podremos mantener la disciplina fiscal que implica el nuevo plan pactado con el Fondo? Como dijo un carpintero de Galilea que anduvo por esas tierras, todos pecamos de pensamiento, palabra, obra y omisión. y en nuestro caso, con muchísimas omisiones.
Copiado de Lecciones del país dónde caminó un carpintero llamado Jesús.
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