El momento de presidir el país le llegaría en 1868. Unos días antes de asumir fue invitado a la ciudad de Chivilcoy. Sarmiento tenía su historia personal con aquel terruño agrícola. Durante su gobierno, Rosas había otorgado esas tierras en enfiteusis, es decir, en arrendamiento por tiempo indeterminado. Allí se produjo una división de las tierras en pequeñas parcelas y, al cabo de un tiempo, los arrendatarios se organizaron y exigieron la propiedad de la tierra que venían trabajando. Lo que resaltaba Sarmiento de esta experiencia es que lograran organizarse y obtener sus demandas sin la intermediación de un caudillo. Su opinión sobre el campo empezaba a cambiar: este podía no ser un lugar de barbarie, sino la cuna del progreso. En el discurso que dio aquel día dijo: “Les prometo hacer 100 Chivilcoy en los seis años de mi gobierno y con tierra para cada padre de familia, con escuelas para sus hijos”. ¿Cómo era Chivilcoy? ¿Y qué significaba que su plan de gobierno fuera hacer cien lugares semejantes? En principio, Chivilcoy era una región triguera, a diferencia de amplios territorios de la pampa destinados a la ganadería. La producción agrícola permitía la organización de los chacreros, aquellos farmers que había conocido en Estados Unidos. Que no era solo un modelo de explotación económica, sino una forma de organización social y política. Por un lado, la división de las parcelas hacía posible una gran igualdad social. A esto, se le agregaba la existencia de un mercado, de una comunidad –con su iglesia, su banco, su comisaría, su pulpería, sus asociaciones intermedias y sus escuelas. Siguiendo la idea de Tocqueville de una ciudadanía que se construye a partir de la práctica cotidiana, Sarmiento concebía al municipio como la escuela de la democracia, el lugar en el que esta se aprendía y ejercitaba. La sociedad de mercado se unía a una población letrada, lo que tenía como consecuencia un crecimiento más equitativo. Las escuelas sumadas a las tierras para todos aseguraban cierta igualdad. Así, lo que se producía era una transformación simultánea de las esferas social, económica, cultural y política. Esto llevaba a que la agricultura no fuera, entonces, una forma de organización económica, sino una apuesta por construir una sociedad y una democracia virtuosa.
Copiado de El campo que Sarmiento soñó desde Chivilcoy
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