Desde 1966 a la fecha, Israel produjo doce premios nobeles, lo que convierte a esta nación de ocho millones en una de las que más laureados per cápita. Vale recordar, que el último Premio Nobel argentino fue 1984, de César Milstein (que en realidad lo obtuvo por los estudios que realizó en Inglaterra). El último Premio Nobel israelí es de 2013.
Israel apostó a la educación en serio, no a la extensa y permisiva educación argentina. No cualquiera accede a la Universidad en Israel. Después de tres años de servicio militar, los jóvenes pueden dar examen para entrar a la Universidad, con una pequeña pero gran diferencia con la Argentina: el promedio del secundario cuenta. Tus logros durante la adolescencia son importantísimos para poder entrar a la universidad. Ese es el momento clave en la formación del individuo, si no creamos una conciencia de meritocracia a esa edad, será más difícil hacerla en el futuro.
Si debo elegir un defecto de los muchos que tiene la educación argentina, es que los estudios secundarios no cuentan. El secundario es una larga preparación para el viaje de egresados (Filmus dixit), el corolario del descontrol. ¿Para qué sirve el secundario en la Argentina? Para nada. Se puede tener un promedio espantoso, pero a la larga es lo "mismo ser un burro que un gran profesor".
Siempre habrá un camino a la educación terciaria, sea pago o gratuito. En realidad, no hay nada gratis en la vida, pero a los argentinos nos encanta creer que, si no se pagó por algo, eso es gratis. Lo que aparenta ser gratis, siempre termina siendo carísimo.
Copiado de Lecciones del país dónde caminó un carpintero llamado Jesús.
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