Con las únicas exportaciones que los políticos argentinos se encuentran cómodos es con aquellas que tienen pocos operadores: las cerealeras, las pesqueras, las mineras, las petroleras. Pocos agentes, con los cuales un funcionario puede tener una relación mano a mano y eventualmente, requerir aportes para la campaña electoral, si quisiera.
Si hubiera miles de exportadores de productos metalúrgicos, textiles, madereras, productos de alto valor agregado y sofisticados, aceites, flores, quesos, chacinados, helicópteros de entrenamiento, cueros, el funcionariado no podría obtener rédito. Hoy, los pocos atrevidos que exportan son torturados por la Aduana o el Senasa, las máquinas de impedir.
Las exportaciones, a pesar de pagar retenciones, tienen una carga impositiva menor que el mercado interno (con excepción de la soja), y por lo tanto no son apetitosas para los políticos. Pero sí para nosotros, para la población. Porque las exportaciones son la llave para crecer y para el bienestar de las personas.
Exportar implicaría una mayor producción, mayores inversiones. No del exterior porque éstas son irrelevantes, sino de los argentinos, quienes tenemos nuestro capital inmovilizado.
Tiene otras consecuencias deseables. Quien exporta es el interior del país, implica riqueza y peso político para las provincias. Aumentaría, como dije, el salario real, por aumento de los puestos de trabajo.
Lo más importante de todo: nos hará libres. Porque si el mayorista local no quiere comprar nuestro producto, lo podemos exportar, porque la mayor demanda de trabajo nos permitiría cambiar de empleador si el que tenemos no nos convence, porque habría más oferta de productos, ya que mayor exportación implica mayor importación. Podríamos elegir donde vivir, no como actualmente que el 40% de la población se ve obligada a vivir en Buenos Aires y el 50% a emplearse en el Estado, so pena de miseria.
Copiado de Es un delirio vivir del mercado interno
No hay comentarios.:
Publicar un comentario