Cuando me dicen que toda la culpa no la tiene Perón, que cada uno de nosotros tiene alguna culpa, me indigno. ¿Por qué he de cargar con culpas, con responsabilidades, yo que soy un individuo de vida privada, que siempre traté de no hacer mal a nadie? Pero si me dijeran que todos tenemos parte de la culpa de que este país no sea el que soñó Belgrano, acepto la acusación, avergonzado y contrito. Belgrano es el paradigma de nuestros próceres: el más noble, el más puro, el más valiente, el más modesto. De algún modo, todos los argentinos somos descendientes de Belgrano. Todos somos sus deudores, todos debiéramos imitar su ejemplo.
Descanso de caminantes, de Adolfo Bioy Casares.
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