"Está demostrado que, aunque la temperatura del aire sea la misma, en una calle arbolada la temperatura de calzadas, veredas y muros baja drásticamente -advierte por su parte Leonardo Paolini, del Instituto de Ecología Regional de la Facultad de Ciencias Naturales-. Y a su vez, las superficies sobrecalentadas terminan incrementando la temperatura del aire”.
"Por eso una ciudad arbolada como Mendoza o San Juan, por ejemplo, es mucho más amigable para sus peatones. Sin contar, claro, otras ventajas más subjetivas: suelen aportar “personalidad” a la ciudad, dando sensación de pertenencia."
Cuidando a nuestros hermanos verdes, artículo de La Gaceta.
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