domingo, enero 01, 2012

Ecuanimidad cero

Lanata reflexiona en Perfil sobre la muerte y la falta de ecuanimidad de algunos:
“En Twitter lo están dando por muerto”. Mi primera reacción fue –lo escribí entonces en estas páginas– reírme pensando: “Estoy en condiciones de desmentirlo”, pero después me angustió pensar qué hubiera pasado con los míos si leían aquella noticia conmigo en el exterior: los minutos o las horas en blanco, tratando de ubicarme, sin saber en verdad qué había pasado. A la semana vi la tapa de Barcelona: “Muera Lanata”, decía: chicos de clase media que funcionan como los borrachos de la fiesta. También me reí: quise pegarla en mi escritorio hasta que otra vez Sarah me dijo que no lo hiciera: ¿como le explicábamos a nuestra hija Lola, de siete años, que aquello era un supuesto ejercicio del sentido del humor? Con aquello de la muerte –de mi muerte–, el humor, mi humor, se fue apagando a fuerza de ciber-k: leí twitters bromeando sobre la diálisis y los trasplantes de hígado; ya sé que el Twitter tiene la seriedad de la puerta de un baño público y encima está plagado de anónimos, pero algunas mañanas, camino a mi diálisis en Fresenius, de la Fundación Favaloro, aprendí a odiar a aquellos hijos de puta, y nadie puede estar orgulloso de su odio. Y el tiempo fue pasando hasta la noche del martes, cuando el país se enteró de la enfermedad de Cristina. Esa noche me di cuenta de que hay muertes y muertes, y que el sentido del humor es a veces unidireccional: los mismos que se reían de mi muerte ahora escribían mensajes conmovidos y solemnes, y Barcelona no estuvo tan chistosa como antes y no había tampoco mensajes en broma sobre el carcinoma presidencial. Me preguntaba que pasaría si América TV, ahora cercana a la gestión oficial, estrenara una miniserie llamada, El pacto, donde Cecilia Roth interpretara a una presidenta de 58 años, operada de cáncer en la tiroides y que por unos días perdiera el habla, o debiera hablar a través de un aparatito en la garganta. Recordé que eso mismo había hecho aquel canal con Magneto, pero claro, hay muertes graciosas y cánceres felices, nacionales y populares.
En La política y la muerte, de la mano, de Jorga Lanata

No hay comentarios.: