Escribir es, contra todo lo que se pueda pensar, un ejercicio muy simple: consiste en elegir palabras. Ni mucho más ni mucho menos: ELEGIR palabras.Caparrós escribiendo sobre Estilo en Por el estilo.
Cada cinco, siete, ocho, tres, nueve tecleos hemos elegido una palabra en lugar de tantas otras. Interesémonos por las palabras: son la materia prima. El asunto sería saber –tratar de saber, dentro de lo posible– por qué, en cada momento, estamos eligiendo ésta y no aquéllas. Cuanto más sepamos por qué elegimos cada palabra, mejor vamos a escribir, decía Perogrullo, y escribía cualquier paparruchada.
Es triste –es tan triste– ver cómo tantas veces tanta gente escribe lo que no quería escribir: cuando usa una palabra que no dice lo que quería decir sino otra cosa. Hay que tratar de dominar a las palabras, para no dejarse dominar por ellas. Saber qué es lo que uno dice cuando dice: escribir.
(...)–En los textos periodísticos abundan lo que alguien llamó las “segundas palabras”, o sea: esos exabruptos que aparecen cuando el periodista piensa hospital y escribe nosocomio, piensa llegó y escribe arribó, piensa entró y escribe ingresó, piensa después y escribe luego, piensa policía y escribe servidor del orden, piensa calle y escribe vía pública, piensa termómetro y escribe columna mercurial y así de seguido o sucesivamente. (Nos dirán que este párrafo es falaz: describe a un periodista que piensa como doce veces; es sólo una hipótesis).
Esas segundas palabras –o lugares comunes, muy comunes– llegan a la jerigonza de prensa por contagio: suelen venir de jergas policiales, políticas, deportivas. Pero un texto periodístico no es un campeonato de sinonimia, y en general las segundas palabras son mucho más imprecisas, feas y berretas que las primeras. Así que, salvo error u omisión: ¡usen las primeras palabras, que tan bien dicen lo que dicen!
Una variante particularmente insidiosa de las segundas palabras son los eufemismos. Duro con ellos: la guerra de Irak es guerra y no conflicto. Si hay torturas no es abuso. Un reajuste o reestructuración de tarifas suele ser un aumento.
Otra son las siamesas. Hay palabras que se siamesaron y formaron monstruitos antipáticos: la atención ya no puede ser llamada poderosamente, los admiradores no son más fervientes, el dramatismo hondo, las lloviznas pertinaces. Empuñen, sin temblor, el bisturí: para reinar, dividan.
jueves, enero 26, 2012
Elegir palabras
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