Nadie se arrepiente ante un juez como se confiesa ante Dios. Los empresarios arrepentidos se apresuraron por dos razones. Una de ellas fue la certeza de que el juez Bonadío tiene todo probado. O, al menos, la parte más importante de lo que Centeno escribió en sus famosos cuadernos. El magistrado no los esperaba con "fotocopias", según la alusión peyorativa del cristinismo a esos cuadernos, sino con pruebas irrefutables de que todo fue cierto. Es la consecuencia de la decisión del periodista Diego Cabot de guardarse la primicia, con el riesgo de perderla, y entregar los cuadernos a la Justicia. Cuando Bonadío dictó sus primeras resoluciones sobre el caso, ya tenía todo confirmado. La segunda razón radica en la exitosa estrategia de Bonadío, que la hizo evidente con Calcaterra, y que consiste en una opción muy simple: el que confiesa se va a su casa, el que calla se queda en la cárcel.
Copiado de Un camino impensado que podría conducir al fin de la impunidad.
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