Ángelo Calcaterra abrió una puerta que ni él imagina hasta qué profundidades conduce. El hecho de que el dueño de una empresa importante (ex dueño, en este caso) haya aceptado que pagó coimas por la obra pública en el gobierno de los Kirchner creó un precedente inédito en el país. ¿Qué margen les queda a los otros empresarios sospechados para negar que ellos les pagaban al matrimonio que gobernó durante 12 años? ¿Se resignarán esos empresarios a la desagradable adversidad de la cárcel, que nunca fue ni siquiera una hipótesis para ellos? ¿En nombre de qué lealtad lo harían, si ellos no fueron kirchneristas, sino beneficiarios de un sistema que les imponía la condición de entregar sobornos a cambio de importantes negocios?
Calcaterra sentó, tal vez sin pensarlo, un antecedente imprescindible para terminar de una buena vez con la impunidad. Se autoincriminó y, al revés de lo que muchos piensan, su situación final se resolverá cuando termine el juicio. No compró con su confesión el sobreseimiento de la Justicia. Sólo consiguió una especie de libertad condicional hasta que haya una sentencia definitiva. Calcaterra es un primo muy querido por Mauricio Macri . El Presidente supo la semana pasada que era más que probable que el juez Claudio Bonadío llamara a la puerta de Calcaterra. No defendió a su primo, no criticó al juez. Ese es un cambio también importante en la reacción del poder. ¿O nos olvidamos que por mucho menos Bonadío fue castigado en épocas del kirchnerismo? El Consejo de la Magistratura de entonces le sacó el 40 por ciento de su salario. Bonadío denunció que fue amenazado de muerte y la denuncia recayó en el entonces juez Norberto Oyarbide , el mismo a quien ahora citó a declaración indagatoria. Oyarbide no hizo nada más que una investigación formal. La familia de Bonadío fue perseguida y calumniada. Por muchas razones, el escándalo de cuadernos y de coimas de estos días hubiera sido imposible bajo un gobierno tutelado por Cristina Kirchner . ¿Su hubiera animado Jorge Bacigalupo, el amigo policía de Oscar Centeno, a entregarle a LA NACION los cuadernos?, Seguramente, no. No por falta de coraje, sino de esperanza. La Justicia no habría tenido tampoco la colaboración inmediata del Estado que tuvo Bonadío en su secreta investigación. La Policía Federal le respondió preguntas, inspeccionó y elaboró informes precisos, pero sin saber para qué lo hacía.
Copiado de Un camino impensado que podría conducir al fin de la impunidad.
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