Con todo, para la mayoría de los kirchneristas las maravillas insinuadas por "el relato" serán lo de menos. Los seducen el poder y las oportunidades para figurar y, quizás, para lucrar que emana de él. Tales personas abundan en todos los países, pero sólo plantean un peligro en aquellos en que no funciona de manera adecuada el sistema basado en la separación de poderes para que ninguno logre imponerse a los otros.
Pues bien, se prevé que por un rato el Congreso quedará virtualmente marginado, la Justicia se inclinará por servir a los intereses del Ejecutivo y los organismos de control se mantendrán en manos de parientes de los supuestamente controlados. Dicho de otro modo, hay motivos de sobra para suponer que quienes se suponen protegidos por la égida de Cristina, sujetos como Guillermo Moreno y centenares, tal vez millares, de émulos en potencia, ya están preparándose para aprovechar al máximo la etapa de impunidad que ven aproximándose.
Una sociedad moderna ha de ser una obra colectiva, una en la que participan muchísimas personas imbuidas de un fuerte sentido de responsabilidad que están convencidas de que su propio aporte ha de ser valioso. Si bien en la Argentina no faltan hombres y mujeres que estarían más que dispuestos a cumplir sus deberes cívicos, se trata de una minoría desorganizada que poco puede hacer frente a las mareas populistas que con frecuencia inundan el país. Por razones comprensibles, quienes conforman esta minoría se sienten sumamente preocupados por lo que podría estar por ocurrir en el país. Incluso muchos que en términos generales simpatizan con el rumbo que ha emprendido el gobierno de Cristina temen que sus seguidores más toscos, confiados en que una presidenta que aprueba la conducta de Moreno los aplaudirá por sus manifestaciones de fervor oficialista, festejen tanto el triunfo electoral que prevén pisoteando los derechos ajenos.
Es posible que Cristina, consciente de que no le convendría en absoluto protagonizar una reedición de la gestión malhadada de Isabel Perón, cuando bandas de matones merodeaban por las calles atacando, como hizo Moreno, a quienes les llamaban la atención, opte por ser un dechado de moderación y respeto por los principios republicanos. Pero también lo es que la presidenta, abrumada por la cantidad inusitada de problemas económicos y sociales que le viene encima, dé rienda suelta a sus militantes. Todo dependerá de ella porque, como la monarca que en efecto es, no cuenta con una red de seguridad equiparable con las existentes en países en que las responsabilidades están mejor repartidas que en la Argentina.
por James Neilson
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