La conexión entre Mussolini y su versión tropical está históricamente mediada por Juan D. Perón, arquetipo insuperado del populismo latinoamericano. Como se sabe, su punto de partida fue el tiempo que Perón pasó en Italia, país al que llegó en junio de 1939 y donde permaneció por veinte meses. Conoció allí la experiencia fascista en un momento de gran exaltación, y la figura del Duce lo impactó profundamente. No pudo dejar de advertir, tal como lo señala Joan Benavent en su libro Perón. Luz y sombras, que
la popularidad de Mussolini se basaba en su difundido origen plebeyo y en un olfato político que lo orientaba a tutelar a las clases bajas (…) Tampoco caben dudas acerca de su encandilamiento con el fenómeno de masas y (…) el vínculo irracional de éstas con el jefe supremo, en medio de escenarios cargados de rituales, ceremonias, cánticos, el entusiasmo desbordante de los partidarios y la oratoria encendida como mensaje final del mesías de la nación.
De esa manera, Perón encontró su futuro: una imagen, un estilo y un método que pondría en acción tras el golpe de Estado de 1943, que llevó al poder a los oficiales argentinos con simpatías nazi-fascistas. Su éxito fue arrollador: accedió a la Presidencia, por medio de una elección democrática, en 1946. Una vez instalado en la Casa Rosada dio inicio a un proceso de conculcación de las libertades y destrucción de la democracia que conformará el modelo de acción que luego imitarán todos los caudillos del socialismo del siglo XXI.
Mauricio Rojas en Las raíces ideológicas de Podemos.
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