En los últimos 4 años la cantidad de carne exportada por Argentina no ha superado el 15% de la producción nacional. Esto es muy malo, porque exportar es bueno.
Exportar permite pasar de un mercado potencial de 41,6 millones de consumidores a uno de 7101 millones, lo cual no es poco a la hora de decidir una inversión. Inversión que puede proyectarse frente a comercio mundial de carne bovina que crece 104 mil toneladas por año desde 1964, en vez de limitarse a crecer al ritmo de la tasa de natalidad argentina. También permite dejar de depender de los vaivenes de la economía local, para promediar los desempeños de cientos de economías.
Exportar es la mitad del comercio internacional. O sea, la “industria” capaz de convertir chinchulines en un Smartphone chino, una lata de picadillo en fuel oil venezolano o un peceto en dólares. Además, obliga a subir calidad local para competir con la calidad internacional y permite abrir nuevos mercados para otros productos, usando el conocimiento de la marca generado por la carne.
Exportar rompe con el círculo vicioso del ciclo ganadero, según el cual los buenos precios generan excedentes 3 años mas tarde, que generan malos precios, y faltantes 6 años después. Si los excedentes se exportan, nunca se producen faltantes. También aumenta el promedio del peso de faena, por mayor participación de los novillos pesados en la producción total. Esto hace que se produzcan mas kilos con la misma cantidad de terneros, sin tener que implementar medidas como el peso mínimo de faena.
Exportar hace lugar en el mercado local para nueva producción, que de otro modo no tendría demanda. Le quita presión a producciones como pollo y cerdo, que son las primeras en sufrir cuando el mercado se satura de carne bovina, y a la carne bovina proveniente de las regiones menos productivas del país. Esto es lo que necesitan producciones como los corderos, cabritos, búfalos, ñandúes y demás carnes no tradicionales; que se producen en regiones marginales para la ganadería bovina o en pequeños criaderos como los conejos y los productos de la piscicultura.
Exportar permite la aparición de nuevos actores en la cadena, además de los ya existentes. Al ampliarse el volumen, donde antes había 1 frigorífico, ahora puede haber 2; donde ahora hay dos frigoríficos pequeños que solo subsisten, puede haber dos grandes frigoríficos que crecen. Habrá mayor producción, con el consiguiente aumento de la recaudación fiscal nacional. También habrá mas competencia que tenderá a mejorar los precios que reciben los productores y los que pagan los compradores. Se usará toda la capacidad instalada ociosa, que es enorme en la industria cárnica, y el capital humano ya capacitado que por la última crisis quedó en la calle.
Copiado de Exportar es bueno de Matías Sara.
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