El descenso del precio del petróleo durante los últimos meses ha traído recuerdos a los analistas del final de los años noventa, cuando un barril a 15 dólares generó una cadena de fusiones entre las grandes empresas del sector.
BP compró Amoco y Arco; el grupo Exxon absorbió Mobil; Chevron se unió con Texaco; Conoco con Phillips; y la empresa francesa Total se hizo con el control de Elf. Incluso Repsol participó en el proceso, al adquirir en 1999 la petrolera argentina YPF, que fue nacionalizada el año pasado.
Aunque el crudo no ha bajado a los niveles de esa época (el barril de Brent está en 68 dólares), algunos inversores han empezado a especular con la llegada de otra etapa de concentración a la industria. La semana pasada, los rumores de una fusión entre BP y Royal Dutch Shell animaron la cotización de las dos compañías en la Bolsa de Londres. El grupo británico BG también está en las quinielas como objetivo de una potencial oferta pública de adquisición (opa) por parte de Exxon o de Royal Dutch Shell.
El principal problema para el sector es que muchos de sus yacimientos necesitan un precio de petróleo más elevado que en décadas anteriores para ser rentables, al tener mayores costes de exploración y producción. John Watson, presidente de Chevron, ha llegado a decir que «los cien dólares por barril son ahora como los 20 dólares de antaño». Según estimaciones de Goldman Sachs, las petroleras europeas necesitan un crudo a 122 dólares para generar cash flow libre positivo (generación de caja tras inversiones y antes de gastos financieros y dividendos).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario