Espoleada por el miedo o la desesperación, la política argentina perdió el sentido de las proporciones. El Gobierno acaba de decapitar al servicio de inteligencia sólo porque no controlaba a la Justicia o, en el mejor de los casos, porque no estaba suficientemente informado de los próximos pasos de un dirigente opositor. Las anomalías parecen cosas normales de tan frecuentes. Se podrán decir muchas cosas de Cristina Kirchner, menos que esconde sus broncas y sus odios. Los expone brutalmente, hasta el extremo de borrar cualquier límite institucional. El poder del espionaje para el general César Milani y la obscena formalización de la ex SIDE como interlocutor con la Justicia significan la peor regresión de la democracia tres décadas después de su reinstauración.
Copiado de A las puertas de la fortuna K, de Joaquín Morales Solá.
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