Los enemigos de la libertad tienen una especialización sin igual: la de la propaganda. Llamar "socialismo" a un sistema donde el Estado canibaliza y subsume a la sociedad no deja de ser un monumento a las figuras lingüísticas: quizás ironía, quizás antítesis, quizás oxímoron. En cualquiera de los casos, es una infame bofetada al sentido común. En su obra La Fatal Arrogancia –Los errores del socialismo-, Hayek dedica un capítulo íntegro a denunciar la corrupción lingüística del campo semántico de "social".Víctimas de nuevo de la propaganda liberticida, acabamos viendo con desdén palabras como competencia; pero el capitalismo no se basa en ninguna competencia como la de animales salvajes. Muy al contrario, en la selva no existen las reglas y normas que sustentan el Capitalismo. Se trata de una competencia pacífica para determinar en cada momento quién es mejor haciendo qué para servir los intereses de las personas que conforman la sociedad. Si existe algo así como el "bien común", es el Capitalismo su mejor productor.El socialismo supone el fracaso absoluto de la sociedad y la cooperación pacíficas. Es el odio al ser humano común con sus deseos y gustos, que ha de someterse a aprobación del mandatario de turno. Sea el deporte, la gastronomía, leer a Dostoievski o la pornografía homosexual, el Capitalismo no juzga nuestros intereses siempre que no invadan la libertad de los otros.Y cuanto mejor sirva usted los intereses de los otros, más será recompensado en el Capitalismo, con independencia de su origen, su raza, sus creencias personales o su orientación sexual.
Demos gracias al Capitalismo de Adolfo Lozano
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