Al contrario de lo que postulaba Marx -y Adam Smith, quien con tal imperdonable error teórico dio alas al marxismo-, el Capitalismo no creó los beneficios como resta de los salarios de los obreros. Justo al contrario, antes del Capitalismo lo que imperaban eran los beneficios puros, no los salarios. Fue el Capitalismo quien trajo consigo los salarios –adelantados hoy-, que se restan del beneficio –obtenido mañana cuando la producción se venda-.Aunque la mayoría de economistas está en contra del control de precios, muchos acaban claudicando con un precio: los salarios. Así, defienden los salarios mínimos que condenan al paro a los trabajadores más humildes y menos cualificados. Es común ver sostener la bizarra creencia de que, en ausencia de tales salarios mínimos, el salario caería hasta cero. Entre muchas cosas ignoradas, no consideran que en una economía sana y libre, las reducciones generalizadas y constantes de salarios tienden a movimientos de deflación: a caídas de los precios de los bienes y servicios. ¿Cuál es entonces el problema?En última instancia, el Capitalismo es el mejor protector de los intereses de los trabajadores y sus salarios reales: gracias a la mayor competencia entre empresarios por la mano de obra y a los niveles de capitalización de una sociedad. Un mismo obrero no tiene mayor capacidad adquisitiva en Los Ángeles que en Burundi porque en el primer lugar sean más generosos los empresarios ni tengan leyes que garanticen esto. Simplemente, Los Ángeles tiene una economía más capitalizada que Burundi, así como más empresarios que compiten por contratar trabajadores.
Demos gracias al Capitalismo de Adolfo Lozano
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